Arrepio e livros

Há um frisson no ar. Ou talvez seja apenas a primavera que toma conta de New Jersey, lembrando que o verão – o gigantesco verão dos acadêmicos – anda por perto.
Mas o frisson tem também a ver com a leveza, com a ausência de matéria: fala-se sem parar de um mundo “bookless”, onde os livros já não têm lugar. Um amigo bibliotecário envia e-mails sobre a polêmica em torno dos novos formatos digitais, enquanto outro filosofa sobre o ato de ler.
Roubo, num só gesto de “copy & paste”, as palavras de Paul Firbas: “Quien lee para aprender empieza, humildemente, agachando la cabeza. En cambio, la lectura poderosa en formato digital permite que cualquier lector se adueñe de un texto, que entre en él sin someterse al pacto de lectura que éste propone. Ese nuevo lector asalta el texto en busca de su presa: no respeta los caminos ni las estrategias trazadas por la misma estructura del libro, desde su organización conceptual hasta la rígida secuencia material de las páginas.”
A imagem é forte: comportar-se diante do livro é submeter-se ou conquistar? Francamente, não sei. Mas ainda me assusta a alegria levíssima dos que jamais vão à biblioteca.
No entanto, há os que gostam da matéria. Talvez seja porque a matéria envelhece e, como tudo que envelhece, alteram-se cores, forma e cheiro. (Sobre o cheiro, os que têm faro e gostam de livros saberão do que falo. Imagino um Brás Cubas que lançasse um de seus deliciosos reptos ao leitor: “Leitor amado, ventile de um golpe as narinas com as páginas de um livro, e descubra-lhe, vivíssima, a idade, a procedência e até os bons ou maus tratos que recebeu.”)
Machado, aliás, gostava de pensar no caráter fugaz das coisas, dos livros e das pessoas em particular. Porque nunca paro de pensar nele, tenho a sensação de que a matéria é afinal a superfície visível de uma história sempre mais funda, e mais trágica do que imaginamos.
Os livros, como objeto e suporte, são plenamente analógicos. As partes se tocam, e as mãos tocam o livro, como se aquele pacto de submissão a que se referia Paul fosse também uma aproximação gentil e cautelosa, humilde diante da grandeza que é o poder oculto na matéria.
Mas talvez esta seja uma forma demasiado espiritual para pensar a matéria. Melhor deixá-la, que se entregue ao frisson aéreo que anuncia o verão, e que se evapore de vez. Que descanse, a matéria.

6 Comments

Join the discussion and tell us your opinion.

Eliane Robert Moraes
March 19, 2010 at 14:20

Pedro querido,
Respondo com uma citação, tão livresca quanto existencial, e que me toca muito. Vai no original francês…
“Que les livres comme les êtres peuvent bouleverser une existence, je l’ai toujours cru, espérant ces rencontres qui détournent de la vie courante avec d’autant plus de violence que l’absence y devient soudain pôle magnétique. Sinon, je l’avoue, je ne lirai pas ou très peu, juste de quoi me repérer sur la carte d’un désert”.
A passagem foi escrita por Annie Le Brun e abre uma coletânea de ensaios intitulada “Sade, aller et détours” (Paris, Plon, 1989). Livro é espirito e matéria tudo junto, como bem observam Machado e Monteiro.
Livro também é verão.
Beijos livrescos da
Nani

Pedro Meira Monteiro
March 19, 2010 at 19:59

Paul me responde com um e-mail. Desta vez peço autorização antes do roubo, e reproduzo a sua mensagem aqui, em duas partes. Eis a primeira:

“Talvez –ou de seguro– um comentario é necessario: uma resposta a esse “que descanse a materia” no final do seu texto muito bonito, muito sutil e aéreo.

Como voce me cita na outra lingua, eu paso agora a outra lingua.

La entrada “Arrepio e livros” aparece gracias a la magia digital del blog. Maravillosa posibilidad. Nos leemos. Quizá nunca se ha podido conjugar con tanta plenitud el verbo leer: yo leo, tú lees, ellos leen, nosotros leemos… Es verdad. Ahora bien (por que ya la estructura adversativa está prevista aquí), la misma estrategia del “cut and paste” sacó digitalmente mi texto de su contexto inmediato donde adquiere su sentido: un comentario que escribí por email al artículo de David Bell publicado en la versión digital de The New Republic. En ese largo ensayo, Bell llega a afirmar lo siguiente (ejecuto también un “cut and paste” aquí):

…computers make it spectacularly easy to move through texts…by searching for particular pieces of information. Reading in this strategic, targeted manner can feel empowering. Instead of surrendering to the organizing logic of the book you are reading, you can approach it with your own questions and glean precisely what you want from it. You are the master, not some dead author. And this is precisely where the greatest dangers lie, because when reading, you should not be the master. Information is not knowledge; searching is not reading; and surrendering to the organizing logic of a book is, after all, the way one learns.
[http://www.tnr.com/article/books-and-arts/the-bookless-future]

Esa es la cita que provocó mi comentario, y que fue luego parcialmente citado en “Arrepio e livros”. Mi respuesta a Bell era, en principio, un esfuerzo de mi parte por entender su argumento, por situarme en su posición y pensar desde ella. Creo que Bell me dejó pensando largamente sobre el concepto de autoridad en la educación. Educarse, hacer el viaje del aprendizaje, requiere que nos entreguemos a las reglas, las posiciones y el saber de alguien “autorizado” para enseñarnos alguna disciplina. Eso es lo que plantea Bell y es lo que él cree amenazado por ciertas formas de lectura digital.”

Pedro Meira Monteiro
March 19, 2010 at 20:00

E agora, a segunda parte da mensagem:

“Desgraciadamente, en “Arrepio e livros” la apropiación del “cut and paste” obró su magia y yo quedé como un defensor abierto de las jerarquías, de la autoridad y de la vigilancia del sentido, frente a un mundo más democrático, ligero, fugaz y (aero)dinámico. Si entiendo bien el sentido de “arrepio”, le provoqué escalofríos a algún lector. Ese “cut and paste” puso en escena justamente lo que está implicado en la cita de Bell. Mi comentario inicial era una glosa a la hipótesis de Bell, un ejercicio de pensamiento, bastante doméstico y no exento de duda e ironía. Cito las últimas líneas de esa mi reflexión original:

¿Será que el mismo acto de leer para “aprender” es un ejercicio obediente, una disciplina, una jerarquía entre texto y lector que no tiene lugar en el imaginario horizontal y ubicuo de internet? No tengo idea. Haré un “google search” a ver si puedo encontrar una respuesta.

La materialidad del libro ejerce también su disciplina sobre los lectores. Hay que pasar página tras página, consumir párrafos duros, agrestes, cuesta arriba, para llegar, en los mejores casos, hasta las páginas que nos produzcan ese asombre intelectual o aquella pasión que buscamos en el camino. Claro, podríamos saltarnos todos esos escollos con la magia de un buen “search”. Y todos lo hacemos. Y es maravilloso. Y obtenemos principalmente información puntual; pero perdemos esa experiencia más vasta, que se parece a la vida, y que me gusta imaginar como la lectura ideal.

(Recuerdo que a los 18 años fui con Iván Thays –uno de los novelistas más leídos hoy en el Perú– a un supermercado y compramos una edición muy barata de alguna novela francesa. La partimos en dos: 150 páginas para cada uno. Pensábamos leer nuestras partes por separado e intentar después reconstruir el mundo del libro o inventar un relato alternativo.)

Esa disciplina que impone el libro –y que impone la misma linealidad del discurso, en general—ha dado por supuesto mucha tela a escritores y poetas. ¿Cómo escribir o cantar con una estructura más libre, más suelta? ¿Hipertextos? La imagen del Bras Cubas de Machado es genial: querido lector, límpiatela nariz con estas páginas. La forma del libro, la materialidad de sus páginas, anteceden e inspiran esta invitación a destruirlo. ¿Querido lector, límpiate la nariz con este PDF? ¿Qué significa destruir un texto digital?

Hacia mediados del siglo XIV, el Arcipestre de Hita escribió con tono de juglar su Libro de buen amor. Al final de su manuscrito, en versos cuyo sentido siguen siendo materia de discusión, el poeta parece invitar a cualquier otro trovador para que corrija o añada su texto. El libro pasará así de mano en mano como un juguete o una pelota entre las mujeres:

Cual quier omne que lo oya, si bien trobar sopiere
Puede más ý añadir e emendar, si quisiere;
Ande de mano en mano, a quien quier quel pidiere
Como pella a las dueñas, tome la quien podiere. (1629)

Dejo aquí esta materia, como siempre en manos del discreto lector.

Abrazos,
Paul”

Pedro Meira Monteiro
March 19, 2010 at 20:42

Paul querido,

El “cut-and-paste” y su magia…
Es chistoso esto, porque no era mi intención sugerir que tus palabras fueron una defensa de las jerarquías o del autoritarismo del sentido. En verdad era lo contrario. Pero ahora leo de nuevo, y creo que el problema sea, quizás, la palabra “rígida”. La usas de forma poéticamente tan precisa, refiriéndote a la rigidez de la materia. Y quizás, al ser sacado de contexto, te habrá asustado la posibilidad de que alguien (pero hay alguien acá, más allá de nosotros?!) tomara esa “rigidez” literalmente, como si fueras tu el que desease un regreso a la materialidad más estricta y segura, a la más concreta de las disciplinas. Y en verdad no.
A mi me parece que lo bello de tu pasaje (que robé en un gesto declarado, confiando en la poética generosa del robo de las palabras ajenas – que practico siempre, como tu) es exactamente haberle sacado al texto de Bell su esencia, llamando atención hacia un “respeto” que suele ser sagrado: el respeto hacia los libros, o hacia la materia de los libros.
El “pacto de submissão” al cual yo me referí es lo que yo sigo intentando enseñar, creo, a mis propios estudiantes (de nuevo, como tu): que ellos, eses estudiantes que se orgullan de no imprimir nada, se entreguen al texto, que firmen el pacto con el diablo y no dejen una sola célula de su cuerpo fuera de la lectura. Yo creo en los objetos sagrados, por lo tanto creo también en los libros. Quizás no era Paul Firbas, pero Pedro Meira Monteiro quien hablaba de la sumisión. Pero creo que no. Creo que en tu propia idea de sumisión hay eso de lo sagrado, y creo que lo compartimos muy profundamente: la lectura cuidadosa, lenta, interesada, apasionada, la cual sella el compromiso inalienable entre el lector y el texto.
Pero ahora siento un “arrepio”. (Y que lindas palabras estas, “arrepio”, “escalofrío”…) Es que siento que quizás habrás leído mi comentario como si él fuera una defensa de una escritura más liviana (en un sentido algo literal), como si yo hubiera reservado a ti el rol de defensor del tradicional peso de la escritura, en contra una forma más aérea que yo defiendo. Pero no! Mi punto es exactamente la necesidad de la materia para que uno pueda sentir el espíritu. En eso confío en el idealismo más llano: en el aire están los espíritus…
O quizás yo esté pensando como un Próspero que mirara hacia su Ariel.
De todas formas, confío en la generosidad del espíritu humano, este que sopla el buen amor: Cual quier omne que lo oya…
Pero ahora eres tu el que lanza el desafío: qué es el “discreto lector” en este mundo digital en el cual escribimos, sabe Deus a quem e com que propósito?
Os inexistentes leitores que tenham tido paciência e fôlego para ler até aqui saberão do que falamos. E saberão que falamos em línguas, e por que falamos em línguas.
Tome la quien podiere.

Firbinski
March 19, 2010 at 21:29

Querido Pedro:
Muito bonito, outra vez, o texto de voce. Uma maravelha este mundo dos blogs para pensar e dialogar no ar. Celebraçao dos roubos e da materia fluida.
Abraços grandes,
Paul

Anonymous
March 27, 2010 at 12:55

Me lembrou o Xampu, que adorava (e ainda adora) cheirar todos os livros que compra, novos ou velhos. Cheirava-os longamente. Aposto que nunca cheirou uma flor dessa maneira. Abraço,
Jorge